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PENTECOSTÉS “La Venida del Espíritu Santo” Dentro de nuestro “Año Guadalupano”

pentecostesA tod@s mis querid@s herman@s de Las Aguas:

Nuevamente me encuentro con vosotr@s en el corazón de la celebración de los 50 años de la bendición de la Imagen de Nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Y lo hago de modo especial ahora porque estamos en la víspera de la celebración de Pentecostés que, con la Venida del Espíritu Santo, es la culminación de la celebración del Misterio Pascual: La Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo que es, sin duda, la liturgia más importante de los cristianos. Las dos fiestas que coronan este Tiempo Santo son la Ascensión del Señor y el Envío del Espíritu Santo -Señor y Dador de Vida-a la Iglesia, que hace posible la realización de la Salvación de Jesús para todos los hombres de todos los tiempos. Mi misión, como responsable de la Formación, es colaborar para que, todos los hermanos, juntos, podamos desarrollar al máximo la semilla de nuestra fe, sembrada en nuestro corazón por el bautismo y jurada ante nuestras Reglas y el Evangelio. 

Deseo, para ello, hacer nuevamente con vosotros, esta reflexión en voz alta, porque creo y siento, profundizando y orando sobre ello, que esta fiesta tiene que ver de modo especial con nuestra Hermandad y, por eso, con todos y cada uno de nosotros. Sabéis que pienso que la fiesta de LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO resplandece de modo especial en nuestra Hermandad. Y ello es así porque toca el corazón mismo de nuestra espiritualidad, aquella que nos define como Hermanos de Las Aguas, y que estamos llamados a vivir intensamente para llevar a cabo nuestra misión y ser fieles.

Me gusta por ello, que recordemos siempre nuestra REGLA 11.ª que pertenece al Título Segundo: DE LA ESPIRITUALIDAD DE NUESTRA HERMANDAD. Y voy a subrayar lo que creo que es importante y que ya he comentado con vosotros.

“La espiritualidad que define nuestra Hermandad y Archicofradía está en Jesucristo crucificado, Sabiduría de Dios, que se nos muestra como el manantial que nos trasmite el Agua viva del Espíritu Santo.

El título de Santísimo Cristo de las Aguas nos recuerda las palabras de Jesús que le dan su verdadero significado: “El que tenga sed, que venga a mí; el que crea en mí, que beba. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él” (Jn 7, 37-39)”

Esto es lo que caracteriza la espiritualidad de nuestra Hermandad, es decir, la actitud con la que debemos iluminar y alimentar nuestra vida de hermanos; es el motorcito  que debe animarnos interiormente y en lo que todo lo demás que hacemos encuentra su sentido.

Hacer vida en nosotros nuestra espiritualidad significa acoger y recoger en nosotros esta invitación de Jesús a beber: “El que tenga sed, que venga a mí; el que crea en mí, que beba. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva”.  Y esta presencia del Agua Viva en nuestras vidas no es otro que el Espíritu Santo.  Este nombramiento en nuestra Regla y de modo especial en nuestra espiritualidad, de la Persona Divina del Espíritu Santo, tomado del Evangelio de San Juan, debe llenarnos de alegría y entusiasmo. La Misión del Espíritu Santo en el plan de Dios es la de llevar a cabo, en la humanidad de todos los siglos, hasta la Segunda venida Gloriosa de Cristo, la obra de la Salvación realizada por Jesucristo muerto y resucitado. Desgraciadamente el Espíritu Santo es el gran desconocido en la Iglesia y en nuestra Hermandad.

Es por eso que, en este tiempo de gracia que celebramos este año, tenemos que profundizar, acompañados por nuestra Madre Santísima y, siguiendo su ejemplo, en la actitud de disponibilidad y de acogida del Espíritu Santo en su vida, que la llevó a hacer suyo con todo su ser, el Plan de Dios. Ella es modelo para nosotros de cómo tenemos que estar abiertos y receptivos a la llegada de Dios a nuestras vidas, haciendo nuestro su “Hágase en mí según tu Palabra”.

Si nos abriéramos a Él como lo hizo María, Nuestra Madre, y dejáramos brotar dentro de nosotros el torrente de Agua Viva que es el Espíritu de Dios, Él nos modelará a imagen de Jesús y podemos decir con San Pablo: “mi vivir es Cristo” y “todo lo puedo en él que me fortalece”. Nosotros somos su templo y Él habita y vive en nosotros.   Vive y actúa en nosotros desde nuestro bautismo y, en el momento que nos vamos responsabilizando de nuestra propia vida, le recibimos de un modo nuevo y especial en el Sacramento de la Confirmación para hacernos testigos del Evangelio, la Buena Nueva, como los apóstoles, en compañía de María, el día de Pentecostés. Por eso en nuestra Hermandad tenemos ya el Curso Abierto de preparación a la Confirmación a l@s hermano@s, para recibirlo en su momento y hacernos fuertes en el Señor. Y recordemos, asimismo, que el último viernes de cada mes, después de nuestra Misa de Hermandad, nos quedamos, acompañados por María nuestra Madre, en oración silenciosa y contemplativa, adorando a Jesús en su Santísimo Sacramento.

Como hermanos de Las Aguas debemos, pues, conocer cada día más al Espíritu Santo y, sobre todo en este tiempo, familiarizarnos con él, sentir en nuestro interior, en el silencio y la oración, su gozo y su fuerza, dejándole actuar en nuestras vidas y, así y sólo así, enriqueceremos a nuestra Hermandad y a nuestra Iglesia.

Os dejo una bella oración que nos puede acompañar en muchos momentos de nuestra vida.

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

         “Voy a revelaros un secreto de felicidad y santidad. Si cada día, durante cinco minutos, sabéis callar a vuestra imaginación, cerrar los ojos a las cosas sensibles y los oídos a las cosas de la tierra para entrar dentro de vosotros mismos, y allí, en el santuario de vuestra alma bautizada, que es el Templo de Espíritu Santo, hablad a ese divino Espíritu diciéndole:

¡Oh, Espíritu Santo!, ¡alma de mi alma! Yo te adoro, ilumíname, guíame, consuélame, fortaléceme, dime qué debo hacer, dame tus órdenes. Te prometo someterme a todo lo que quieras de mí y aceptar todo lo que permitas que me suceda; solamente te pido conocer tu voluntad.

         Si hacéis esto, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aún en medio de las penas, porque la gracia será proporcionada a la prueba dándoos fuerza para soportarla, y llegaréis a las puertas del paraíso cargados de méritos. Esta sumisión al Espíritu es el secreto de la Santidad”.          

                                                                                                    Cardenal Mercier

 Fco. Javier Bermúdez Aquino                                                                    Consiliario de Formación

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